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La escobilla

Por 14 de enero de 2010 Sin comentarios

Vicente Verdú

Nada de mayor carga infernal que la escobilla del cuarto de baño. Cuesta creer que entre los utensilios que se fabrican para el actual del cuarto de baño, asociado al ocio y la vida libre, siga vivo este  elemento que no sólo trata directamente con toda clase de mierda sino que pone al usuario en la esclava obligación de realizar operaciones de fregado o frotamiento sobre la loza y terminan haciendo de él cuando abandona el lugar una suerte de sirviente de ínfima estofa.

Ese recinto, el cuarto de baño, que ha ido avanzando gradualmente en abstracción cosmética para convertirse de sitio excrementicio a lugar de vacaciones soñadas, de lúgubre retrete a radiante camarote, no se ha liberado, salvo excepciones,  de este objeto horrendo que por su aspecto inequívoco precipita la habitación hacia el averno.

 Quienes necesaria y humildemente hacen uso de él pueden  no sentirse claramente humillados pero es incuestionable que esta pieza contraviene su entorno, por moderno que sea y traslada al medievo o más allá. Porque si la negación de la muerte (y el socio excrementicio)  ha ganado funcionalidad en nuestra época, si el sol ha cobrado prestigio máximo y la transparencia una máxima autoridad, no parece coherente que ese ámbito crítico persista el signo siniestro que conlleva esa menuda escoba.

Una pequeña escoba, una escoba enana y no una escoba de escala normal con lo cual se haría manifestación de una necesidad asumida sino que se trata de una escobilla reducida hasta un punto en que equipare su proporción con el volumen, la densidad y la pegajosidad del producto que barre o araña. Esta correspondencia de talla y cualidad tan calculadas  hace de la escobilla un enser expresionista y aunque su presencia se camufle le más o menos con su arrinconamiento y su diseño, cuando se la localiza, el  efecto viene a ser tan explosivo como destructor.

 No habrá ya cuarto de baño, por ornamentado y refinado que sea,  capaz de resistir  la brutal devastación de clase que desprende el rastrero  ser de la escobilla. Por ella todos los posibles cuartos de baño se igualan  al más bajo nivel. Todos ellos, sin importar sus presupuestos y apariencias, se ven homogéneamente allanados por la común dependencia de este artefacto que ridiculiza, a través de su función, la eventual poética del entorno y que se comporta con tan significativa elocuencia que abatirá toda presentación que se proponga elevar esa estancia al firmamento del aseo, los perfumes ocioso, las sales y las pompas del imaginario cielo redentor.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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