Vicente Verdú
Casi la mitad de las familias españolas no puede irse una semana de vacaciones, dice el Instituto Nacional de Estadística (INE) a través de un estudio de 2004. Cuarenta años antes los estudios sociológicos de FOESSA decían prácticamente lo mismo refiriéndose a los madrileños, siendo los madrileños, casi por antonomasia,quienes viajaban a sus múltiples pueblos de origen o a Benidorm.
¿Tan poco ha cambiado la situación veraniega de los españoles?
Muy a menudo los analistas de la sociedad se flipan con los cambios. Realmente, sin cambios desaparecerían buena parte de las profesiones y especialmente las que tienen por objeto lo social. El factor de cambio desempeña una función tan principal que cuanto más se enfatiza mayor atención convoca y más noticia siembra. De este modo se explica la tendencia a agigantar las variaciones e incluso a anticipar el cumplimiento de hechos a partir de ínfimos indicios.
Que no pueda veranear un 44% de los españoles constituye una tremenda y extraña sorpresa. ¿No veraneaba ya todo el mundo? ¿Cómo encajar esta formidable masa de gente en la predicción de 46,45 millones de viajes para el mes de agosto, de acuerdo a la DGT?
¿Son viajes fantasmas? ¿Viajes en los que se incluye los paseos por el interior de los domicilios,los itinerarios del trabajo o los caminos que van y vienen al bar o al supermercado?
De España poseemos una precaria visión, cuando no una idea aberrada por los inciertos estudios que se publican. Se da por real, según unos sondeos, la desarticulación de la familia extensa y tradicional pero basta salir de Madrid para comprobar que las cenas, los viajes, las partidas de cartas, las conversaciones telefónicas se desarrollan asiduamente entre cuñados, primos, padres y hermanos. Se tiene por cierto que los jóvenes se han liberado de prejuicios morales y sexuales pero basta acercarse a Valladolid o Segovia para comprobar más allá del limitado turbión nocturno, costumbres y normas que repiten los códigos de inviernos o de veranos que se suponían perdidos o sólo útiles para la publicidad de la ONCE.
El pasado, en fin, es muy pesado.No se deshace fácilmente ni se vela tan pronto. Le cuesta tanto desvestirse y solearse como ahora presentan con notable desaliento las recientes cifras del INE.