Vicente Verdú
¿Por qué dicen amor cuando quieren decir sexo? Obviamente porque el amor es más fácil de alcanzar mientras el sexo requiere una puntería abrasiva. Se ama a las plantas, los montes, los coches, los atardeceres, el té. Pero el sexo es otra cosa. Esta es la cuestión capital.
El amor se extiende por cualquier parte y hay innumerables versiones de su existencia: se ama a los desamparados, a los mutilados, a los pobres y hasta a los padres. Pero ¿el sexo? Esto es mucho más difícil de precisar. Toda persona sobre la que recaiga el amor será afortunada pero aquélla a la que la picadura sexual elige se convierte en reina de la creación. Amores y amores hay para parar un tren pero una caja fuerte sólo se abre con la ganzúa del sexo. El amor es un caudal inmenso mientras el sexo es un tesoro con exacta dirección. Nombre y apellidos, domicilio, color d ela piel.
No es más humano el amor que planea como un ambiente benévolo y sino el sexo particular que nos hace indispensables a las personas que nos excitan. Fuera pues las oraciones que imploran amor y toneladas de amor. Lo decisivo es el ají que César Vallejo aunaba al deseo inequívoco de la carne.
Puede que las mujeres sean de otra pasta intraducible. No lo sé. Cada vez he sabido menos de las mujeres a propósito de lo su erotismo y su corazón. Ciertamente aman el amor por encima de casi cualquier cosa. ¿Aman con igual anhelo el sexo que al mensaje de amor? No me atrevo a decidir.
El amor a los hijos, por ejemplo, nunca ha desviado el destino de los hombres mientras en las mujeres claro que sí. Basta observar cómo los hijos se agarran al pecho lactante de la madre pare entender que la madre se endiosa con esa demanda que transustancia en su destino amoroso. Para un hombre, en términos generales, no es así. Bien, los hijos le quieren unos más y otros menos pero no colman su necesidad de autoafección. El sexo es para el hombre un punto central de afirmación que si no es del todo ajeno a las mujeres no representa en ellas su carácter radical. Ser deseada es un tópico de las mujeres en la Historia. Pero muchas son las deseadas sin cambiar su situación.
Entre los hombres, sin embargo, el deseo sexual correspondido se convierte en el máximo tesoro de su identidad fundacional. No hablo, claro está de donjuanes, sino del personal más común pero el sexo hace una cruz decisiva en la autoestima del hombre.