Vicente Verdú
Los principios de cada día no son verdaderamente comienzos si arrastran pesados recuerdos del día interior. Para inaugurar una jornada se necesita que la jornada se presente ligera, autónoma y decidida. Decidida a ser autónoma y decidida a ofrecernos aquello que no experimentamos en el tiempo inmediatamente anterior.
No hay muchos días de esta clase. Son de excelente calidad y valen incalculablemente mucho porque desde el primer peldaño hace creer y sentir que ni hemos perdido nada en el pretérito ni nos hemos atado a compromisos molestos para el siguiente porvenir Son días en suma muy circunvalados, muy suyos. Y si los consideramos nuestros no es tanto porque los podemos explicar nacidos de nuestras acciones como porque se comportan como visitas de un cielo selectivo que entrega, de vez en cuando, sus dulces tajadas de azar.