Vicente Verdú
La belleza puede sanar. Más aún: la belleza es decididamente terapéutica. Y puedo describir incluso el proceso por el que experimenté hace poco su actuación. Apenas me había provisto de una franja de belleza y de una manera efímera, pero se trataba de una belleza de la mayor calidad. Fue el perfil que obtuve de su rostro inclinado junto a mí y al que no podía prestar una atención completa, dadas las circunstancias, el que me procuró la dosis necesaria para sentir con la mayor plenitud. Con esa visión capté su cutis sonrosado y limpio, sus ojos inconfundibles de tiempos pasados y la actitud entre afectiva y melancólica que me fascinaba. Sólo podía disponer de unos brevísimos instantes para asumirla pero acaso la agudeza con que se instaló en mí guarda relación con la convicción de que no iba a poder disfrutar de esa belleza mucho más. Este dolor mezclado con el goce creó de golpe una fuerte preparación metálica y de ahí el sabor que noté en mis lágrimas unos minutos más tarde. ¿Era esto una curación? Fue, más bien, la visión de lo que ya no volvería a ver y, por lo tanto, la constatación de una pérdida definitiva lo que impulsaba directamente al sufrimiento. Pero también habiendo sido la visión tan brillante, tan inesperada y feliz, dejó en mi interior una espesa fisura luminosa que alcanzaba a invocar, durante horas, una y otra vez. Cada vez más débilmente, desde luego, pero en tanto mantuvo su brillo y resplandecía en mi recuerdo causaba un efecto bendito sobre mi salud, sobre las sensaciones generales de mi cuerpo y de mi mente que juntas me traspasaban los sentidos como sólo recuerdo a partir de ciertas drogas. ¿Sólo por causa de la belleza aquel bienestar absoluto y solar? Sólo por la bellísima estampa que mantuve muy nítida durante la tarde y la noche, extendida al bies en el espacio y reproduciendo el ángulo que había elegido su cabeza para mirarme a unos centímetros apenas de mis ojos y dentro del temblor irreal que confería la clínica a estos síntomas que ahora, en su ausencia, merodean el corazón.