
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Sólo fuera por la connotación que procede de las bodas, el blanco y el negro son viejos amantes. Amantes gay. Parecería que la rotundidad del negro abate al blanco pero basta probar con ellos para comprobar de qué esclava manera la superficie negra depende de la mancha blanca y hasta qué punto uno y otro no pueden separarse ni fugarse a solas ningún lugar. Amantes gay, amantes siameses, esposos o conyugados en cuya hermética confrontación encuentran el destino de su pervivencia. Ninguno de ellos puede comerse al otro, ninguno entre los dos muere sin arrastrar tras de sí y a la tumba sin luz, oscura, radiante de una blancura tan ciega como la inmortalidad soñada.