Vicente Verdú
La inteligencia intuitiva no es ahora una novedad. No necesita ningún apoyo la teoría de que "el primer golpe de vista" da en el clavo o de que "la primera impresión" conduce a la conclusión profunda.
Siendo tan arriesgado predicar recetas, muchos creemos en que el dato obtenido de este modo fulgurante merece la máxima puntuación. En la escritura, en la pintura o el oficio del artista, en general, ocurre muy a menudo que tras dar vueltas a una solución constructiva la primera idea se impone como superior. La primera idea viene a ser la mejor idea. La primera idea es la de mayor autenticidad y entereza y todo cuanto procede de ella suele ser fecundo y hermoso.
Buscar deliberadamente una idea es de lo peor que hay. Es buscar el mal menor, el recurso mediocre perdido entre la mediocridad. La idea que sobreviene o salta tiene que ver, sin embargo, con una visión superior y no en el sentido de la trascendencia sino de la omnicomprensión.
Con una idea fuerte, sólo con esta idea enérgica, puede desarrollarse la mayor y más brillante complejidad. La complejidad más convincente y cierta. Atención pues a la idea que nos acomete. Atención a esta primera impresión. La idea se imprime como un cimiento sobre el que levantar el edificio, el aprecio, el juicio, el desdén o la decisión.