Vicente Verdú
El aparato digestivo, en su último tramo intestinal ha acumulado tan mala fama que, según cuenta Lévi Strauss, los indios de la Guayana se cuentan la llamada leyenda de Puito.
Puito es el nombre del ano y se acepta comunitariamente que en el origen del mundo los hombres carecían de él. El ano vivía su propia vida aparte, mientras los seres humanos fingían no tener ese maldito orificio. Nadie se refería a él como cosa familiar o conocida y la defecación se desarrollaría como una circunstancial cooperación entre Puito y uno.
El inconsciente freudiano se encuentra a su vez lleno de estas fantasías. El cuerpo imaginario no es anatómico y la imagen inconsciente del cuerpo lleva a pesadillas en las que la idealización del yo se ve asaltada por servidumbres satánicas e impuras. El ano es el ojo del demonio y por donde el íncubo logra poseer la pureza del alma.
También el ano, es en la fase anal, las sombras temibles de un sujeto que todavía no ha alcanzado la razón o la lucidez bastante para enfrentarse a lo real y combatirlo u obedecerlo.
A este propósito, Lévi Strauss cuenta también de una tribu africana donde el rito de paso hacia la edad adulta se realiza introduciendo un tapón en el recto para significar mediante esta obturación que, desde ese momento, las cosas sucederán claras y reales ante el sujeto y con su acrecentada constitución deberá hacerles frente.