
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Casi todos los libros de Juan Cruz los he leído antes de estar publicado y por deferencia suya. Justamente este último libro, que se refiere a la edición de libros con entrevistas a una decena de los mejores editores del mundo será el que no tendré hasta que se fabrique y distribuya.
Digo "justamente" porque nunca vi ese texto en manuscrito y es precisamente el que más representaría los intestinos de la producción. Los autores -que son de una parte "fautores" o "creadores", como se supone en la mitología popular- son especialmente comediantes. Ningún creador es antes que nada un ser humano a secas. Es antes que nada un tipo disfrazado para empeñarse en la tarea de ser otro, decir lo que acaso no diría nunca de ese modo y, en definitiva, para impostarse en la realización, puesto que un libro es todavía un peldaño que asciende al oficiante un palmo mientras oficia en él.
Con estos ingredientes fundamentales, Juan Cruz que va de aquí para allá sin tiempo de disfrutar un sitial, ha compuesto este interesantísimo libro. ¿No lo he leído y ya me parece interesantísimo? Pues sí. Es interesantísimo porque en principio todo autor es como un rico Dios y al final, editado, el autor puede ser un pedigüeño. En la primera fase, antes de acabar el autor dispone todavía de todo. Después, cuando el libro es lo que es la pérdida es asombrosa. Un autor es el todo para el editor y el editor, aunque no se diga siempre, es el todo para todos.
Un autor es su fautor; perfectamente. Pero un autor, en la mayoría de los casos es ausente. Tan ausente debe emplazarse el autor que acaso, no por azar, la "au" de su nombre pertenece a la palabra "ausencia". En todo caso, el autor está físicamente perdido y se halla como desaparecido. Y para que esa situación no acabe fatalmente es indispensable el sello del editor que lo bautiza. Si el autor no es nada o está disfrazado o no se le conoce de nada, el editor acude para resolver este extravío en un santiamén. Mientras el "au-tor" roza la "au- sencia" el "edi-tor" roza la identidad. Somos gracias a ser editados. Nos encuentran en carne y con papel gracias a que el editor nos marca. El sello del editor es así tan importante como la denominación fundamental del autor. El editor, "ese oficio de locos" otorga naturaleza. Fija el nombre y lo ata a la expectativa del lector. En estos supuestos nada hay más de agradecer siendo escritor o lector que una editorial, como Ivory Press, piense tanto en la producción del libro. Ivory Press tiene ahora -aunque no sea para siempre- a Juan Cruz apresado en sus páginas. Para siempre no porque el Gran Houdini era un aprendiz al lado de este autor donde en más que en cualquier otro se cuumple la acepción de au-tor-au-sencia La ausencia que abunda en esos esos remotos espacios que, al viajarlos, inspirándolos, le hacen vivir como animal terrestre y nos hace, a los demás, aspirar sus vientos.