
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Las unidades del sueño en los hospitales son paralelas a las unidades contra el dolor. El dolor y el sueño forman entre sí, espontáneamente, una danza silenciosa cuyo compás significa el bienestar o el malestar en la vida. Habrá otros factores complementarios, pero tanto sentir dolor como pasar la noche en vela se relacionan a la manera de dos puntos gordos que marcan la polaridad de muchas vidas. No es siempre el dolor el que no deja dormir, pero la vigilia, por sí misma, engendra un dolor característico que sin duda conduce a la sede de alguna dolencia oculta.
El insomnio es la vía tácita que circunvala el manicomio como el dolor siendo crónico ondula hacia la desesperación en las alcobas del frenopático. No duerme y aúllan sus nervios, se duele y el silencio de su aullido lo hace materialmente trizas.
Estar hecho trizas tras la noche en vela y sentirse echo trizas bajo el castigo del dolor, invierten la perspectiva saludable, rompen los sentidos y trenzan en la sucesión de uno a otro y del otro al uno, una danza progresivamente más lenta, dirigida fatalmente al punto cero del movimiento, entre la dentadura del dolor y el tremedal sin sueño.