Vicente Verdú
Al descrédito de las instituciones sigue ahora el descrédito de los profesionales. Las instituciones profesionales en cuanto instituciones habían caído hace más de medio siglo y tanto los gremios, como los sindicatos, como los colegios de cualquier especialidad se han manifestado como repetidos espacios de engaños y corrupciones.
Esperar que una institución profesional actue diligentemente, justamente y transparentemente hace tiempo que se convirtió en quimera. Sin embargo, la crisis de los últimos tiempos afecta directamente a los profesionales. E insólitamente porque "ser un porfesional" había constituido por sí mismo un rango fiable. Ahora ya no es así en casi ningún caso.
Ser un profesional de la política, de la comunicación, de la predicación religiosa, y no digamos del derecho, empieza a ser un revés. La gente se fía más de los que considera gentes comunes, vecinos iguales a él y no de aquellos que se yerguen como profesionales del problema. El público sigue con más decisión las recomendaciones de un amigo sobre un restaurante o una película que los consejos del profesional gastronómico o cinematográfico. El éxito de los lugares de encuentro en la red ha creado una enorme esfera de información e influencias formada por gente del montón, seres anónimos que desplazan a los nombres selectos.
Acaso el primer fracaso del profesional procede del profundo fracaso de la política donde, en apenas un lustro, podía haberse llegado más lejos en mendacidad y corrupción pero dificilmente tan deprisa.
El político profesional ha perdido tanto crédito que incluso M. Brown, el líder de los conservadores británicos de reconocido carisma profesional, se presenta ante el electorado como un corriente padre de familia ante el electrodoméstico o el fregadero. Y ello mostrándolo a través de un vídeo doméstico que se cuelga en un YouTube cualquiera.
Los profesionales de la reparación en general, desde el mecánico de automóviles al fontanero, fueron de los primeros que sufrieron una prodigiosa mala fama pero hoy la devastación llega hasta los artistas. El amateur o incluso el no artista parece capaz de producir algo de valor o de criticar lo hecho dentro del mundo del arte. Más aún, en la producción general, la universidad de Harvard recomendó hace dos años a las empresas de servicios que no exigieran especiales conocimientos a sus nuevos empleados. Tanto en este ámbito superior como en los subsectores de comunicaciones e informática parece recomendable no haber recibido una formación demasiado rigurosa puesto que en el extremo podría obstaculizar adaptaciones y cambio. La variabilidad de las funciones o la movilidad de los puestos de trabajo, característicos de la época, hacen más capaces a los que no han calificado demasiado su capacidad.
En general, pues, el demérito que está sufriendo la profesionalización abre una actualidad cada vez más desprovista de guías. El profesional aparece como un corporativista, interesado exclusivamente en su beneficio y tendente a aprovechar su saber abusando de la posición vulnerable de los otros. Explotando la debilidad del cliente en el momento de la separación matrimonial o del embargo bancario, la debilidad del paciente en el trance de la enfermedad, la debilidad del ciudadano temeroso o amedrentado ante el agente de seguros.
¿O qué decir de la crítica profesional en general? ¿De qué modo no recelar hoy de ocultas connivencias? Los periódicos, las emisoras parecen tomar partido por un partido. Y la justicia también. ¿Cómo no dudar de los jueces y de los periodistas? En Estados Unidos donde el descrédito de los profesionales sobrevino antes y los políticos trataron de no parecer como tales desde hace décadas fue best seller hace poco un libro titulado The Wisdom of Crowds, el juicio de la muchedumbre. No de las masas, ni de las multitudes. Tampoco de la muchedumbre en cuanto monstruo sin cabeza sino de la cabeza que se forma, como demuestran las diferentes wikipedias en la red, de las opiniones, conocimientos y sentido común de muchos, todos ellos confundidos y aceptados precisamente en cuanto no infectados profesionales.