Vicente Verdú
El regreso de las vacaciones, el paso progresivo del ocio al trabajo y del calor al frío, hace ver que, de nuevo, damos otra vez la vuelta. Nos pasamos, en fin, toda la vida dando vueltas. No siempre los círculos son iguales ni de la misma condición o naturaleza pero podría pensarse que como los gusanos, el porvenir de nuestra especie se desarrolla a la manera de un tornillo que avanza dando vueltas sobre sí y abriendo, siendo tétricos, el agujero donde acabaremos sepultados. Cobijándonos primero en las vueltas que hay que dar para tener una casa alguna vez y enterrados o introducidos en el nicho final a través del constante movimiento rotatorio. Unas vueltas que nos hacen crecer y que nos hacen también morir, vueltas que nos hacen perder el sentido y vueltas que nos proporcionan lucidez, vueltas que nos aturden y vueltas que nos airean.
El uso de darse una vuelta paseando, la distracción o la salida en los días festivos a través de darse una vuelta vienen a mejorarnos pero no son simples recursos de estricta utilidad práctica.
Dar vueltas se corresponde con el rito religioso de la circumambulación que han respetado los hebreos, los cristianos, los budistas, los musulmanes o los derviches del sufismo, Esta circumambulación cumple con un rito consistente en dar vueltas alrededor de un objeto sagrado o de su representación ( sea el altar la stupa o la ka´aba). Giros que remedan no sólo el movimiento giratorio del universo sino el profundo propósito de incorporarse a él como parte de la adaptación universal hasta llegar tendencialmente al éxtasis.
En conjunto y aunque en ocasiones no se tenga conciencia de ello, la cotidianidad, la semana, los años, la vida, es ceremonialmente circular. La vida cotidiana cultiva diariamente la ida y venida del trabajo, nos señala semanalmente, por años o por lustros recorridos que llegan a un punto y regresan. En este comportamiento general del ser y el mundo se incluyen los ciclos económicos, la pujanza y la ruina, el desempleo y el empleo. No servirá de consuelo en estos momentos aciagos pero, contemplada en perspectiva, la existencia es la diferencia en la repetición y su "excepción" sería -diría acaso Guatari- la repetición de la diferencia.