Vicente Verdú
Se echa de menos por los intelectuales y su variada prolongación en gente culta, una web, un chateo, un iCult, una emisión televisiva, radiofónica o impresa que atienda cumplidamente a sus necesidades.
Efectivamente de casi todo de lo dicho existe alguna proporción pero de tan baja intensidad y peor calidad que la expectativa queda ampliamente insatisfecha. Del mismo modo que según la tesis de Long Tail existen actualmente medios, negocio y clientes para todo lo minoritario, debería funcionar un centro de producción para consumidores formados en los silenciosos tiempos del libro e instruidos en sabor musical, pictórico cinematográfico o literarios, seleccionado.
Efectivamente no se trata ya de promover elitismos. El elitismo se ha disuelto en el archipiélago de los miles de islas para todos los gustos y arbitrariedades, neurosis y perversiones. El mercado lo sabe y ha diversificado tanto sus artículos como sus marcas, sus lugares de reunión y de expedición con el fin de atender a la biodiversidad del recreo, el placer y la formación de innumerables tribus.
A la tribu de los intelectuales, nuevos o viejos, padres o hijos, tendría que ponérsele a tiro, en el vecindario física o virtual, una múltiple confitería cultural tan surtida como rica y exquisita. Hoy por hoy, los suplementos culturales no responden a esta carencia. Desean satisfacer a demasiada gente. Lo mismo que "los ojos críticos" radiofónicos, tan populares como corresponde a las emisoras generalistas. Y ocurre algo semejante con las librerías -aunque es posible que la tendencia esté girando- que se presentan abarrotadas de grandes calamidades y generan enfermedad mental.
Sitios dentro y fuera de la red, locales para deleitarse en la contemplación y la comunicación, redes para recorrer lugares sagrados del pensamiento o del arte. Un sinfín de propuestas podrían surgir con éxito y beneficio de aquellos promotores sensibles y empresarios que fijaran su vista en este nicho de intelectos muy necesitados de buena nutrición antes que de pobre aislamiento, de vida antes que de indigencia y de placeres -siempre pagados- que pudieran ser una próspera fuente de negocio para quien se emplee fuera de la mainstreet y las producciones a granel.