
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Una visión reduccionista del universo -dice Stuart Kauffman, experto en teoría de la complejidad- es la que se deduce de Laplace. matemático francés de los tiempos de Napoleón, quien dijo que si un sistema de cómputo tuviese la información sobre la posición, la velocidad y la masa de todas las partículas del universo, aplicando las leyes de Newton se podría calcular todo el futuro, así como todo el pasado, del universo. Esto conlleva la idea de que todo lo que sucede en el universo es descriptible por las leyes naturales, que lo real son las partículas en movimiento y que todo lo demás son ilusiones.
Lo demás son ilusiones equivale aquí a decir, en los términos de esta teoría, que puede prescindirse de ellas. Y esta es también la obstinada tendencia de la teoría económica no ya de los tiempos napoleónicos sino de la más rabiosa actualidad que continúa empeñada en explicar la Gran Crisis a partir de factores descriptibles, cuantificables. Lo indescriptible lo ilusorio, ilusionante, ilusionista, constituye sin embargo, al menos un elemento tan importante como lo enumerable y narrable, el silencio es tan valioso como la palabra y la vida tácita (y amorosa) de los animales, las plantas o las estrellas tan clamorosa como las explosiones, las bancarrotas, los estruendos calculables. Kauffman sugiere además que no sólo las interrelaciones entre las partes de un conjunto son tanto o más decisivas que la cada una de las partes para explorar su personalidad, sino que cada parte interrelaciona también consigo misma, ensimismada o narcisista, puesto que nada en el cosmos de no sea material vivo. Cada cual es lo que es, indudablemente, en relación con los demás, la interrelación lo identifica, pero más acá de los demás el yo se comporta sin cesar como un ser que se desdobla o se dobla, que duplica, se multiplica, se censura o se exalta, que se extraña o se entraña a sí mismo.
El relato de la existencia se parece así cada vez más a los mejores videojuegos y los mejores videojuegos al dinámico relato de la existencia. Toda metafísica invisible e indescriptible, pasará por experimentos biológicos, bioquímicos, electrónicos que arrojarán resultados imposibles de interpretar con corrección racional puesto que esta corrección implicaría una detención de la observación, una disecación de lo observable cuando lo observable no para nunca, vuela para introducirse en nosotros y nosotros en ello. Nosotros ante nuestra propia observación nos transformamos. De ahí que todo sujeto que reflexiona sobre sí, no siendo obsesivo, evoluciona pasa de un estadio a otro y crea con sus estaciones y pasajes nuevos instrumentos ópticos: una óptica variable coincidente con la perspectiva que va y viene de una a otra ilusión en danza con el punto de vista.