Vicente Verdú
Cambiar da vida. Este es el tópico: la innovación procura la sustancia de las inauguraciones y con ellas la real fantasía del renacimiento o de la existencia en ebullición.
A ello se opone la repetición. La repetición posee la mala fama de la pesada suma de lo mismo, el apilamiento de lo ya sabido, el túmulo funerario de lo que no ofrece nada más. Y, sin embargo, no poca gente halla en su rutina la materia prima de una eternidad. Lo rutinario operaría en ellos como un blindaje que protege lo preexistente para no arriesgarlo, perderlo o deteriorarlo en la danza de la variación. La rutina, supuestamente, reafirma o afianza mientras lo cambiadizo puede llevar a atmósferas contaminadas donde virus incontrolados mordisquean la entidad. De otra parte, confinar la entidad ¿no es la manera correcta de neutralizar la muerte?
Sin pausa, la muerte mordisquea y cada día se lleva una porción de nuestra entidad. Frente a este roedor que vive a nuestro lado ¿qué táctica adoptar? Huir con el ratón encajado en los talones o mantenerse quieto y terne para obstaculizarle la blandura del bocado. ¿Nos endurece pues la rutina mientras la novedad propicia su contrario? ¿Verdadero? ¿Falso? ¿Indiferente? ¿No se tratará, al cabo, de una controversia sin consecuencias?
Amigos que trabajan viajando de un lado a otro sin cesar opinan que en el tránsito constante descubren su necesidad de fuga, su respuesta al miedo de asentarse en un lugar determinado y ofrecerse como objetivo inmediato. Su pánico, también, a envejecer en la estabilidad.
Por el contrario, los otros que se refugian, en el cumplimiento diario de lo mismo, perciben que su comportamiento imita el giro de un tornillo que sin moverse de su eje profundiza su trayectoria hasta el límite de la superficie y, en ese instante mismo, acabarán. Unos y otros nos vemos acabando con nosotros mismos, cavándonos en el segundo supuesto la analogía del enterramiento y desapareciendo en el primer caso a través de la traslación. Cada uno de nosotros piensa en la opción del otro como la peor, la muestra de su anticipada mortalidad acentuándose mediante la presión del ritmo reiterado o estimulándose por el movimiento errático que fatalmente conduce a tropezar con el fin.