
Sergio Ramírez
Por supuesto que la violencia no es exclusiva de Guatemala, aunque sea casi tan antigua como la de Colombia, que empezó con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y que dura desde entonces. La muerte de Gaitán, carismático líder del Partido Liberal, provocó el alzamiento popular conocido como el bogotazo, y Manuel Marulanda, Tirofijo, el anciano jefe guerrillero de las FARC, recientemente fallecido, era un campesino liberal, que se alzó en armas con catorce primos suyos en la región de Tolima.
La violencia en Guatemala fue engendrada pocos años después, no por un asesinato, sino por un golpe de estado. La represión indiscriminada, las aldeas arrasadas, los cementerios clandestinos, la cacería selectiva de líderes sindicales, profesores universitarios, dirigentes políticos, empezó con el advenimiento de la dictadura de Carlos Castillo Armas después del derrocamiento del Gobierno democráticamente electo del general Jacobo Arbenz en 1954, una conspiración oligárquica patrocinada por la United Fruit Company con la bendición del Gobierno del general Dwight Eisenhower, a quien representaban en la trama sus dos coadjutores, los hermanos Allen Dulles, director de la CIA, y John Foster Dulles, secretario de Estado. Y el propio Castillo Armas sería también asesinado en 1957 por un soldado de su propia guardia presidencial, un hecho que aún hoy permanece en la oscuridad.