Sergio Ramírez
Otro delito contemplado en la Sharia es la falta de respeto a las autoridades públicas. Un estudiante preso por participar en manifestaciones contra el gobierno, envió desde la cárcel el año pasado una carta al presidente Mahmud Ahmadineyad; la carta fue juzgada insultante por el tribunal religioso, y, en consecuencia, el estudiante fue castigado con latigazos, con lo que, ya vemos, le llovió sobre mojado.
El estado clerical y total establece el Bien como una gran losa de plomo sobre la sociedad, e impone como norma la conducta perfecta, donde no puede haber el menor resquicio para las trasgresiones.
La frontera entre falta y delito, o entre pecado mortal y pecado venial, se borra, y no hay espacio para las debilidades humanas, ni tampoco para la compasión. Si el estado pudiera, castigaría hasta los malos pensamientos, y las intenciones pecaminosas.
Y precisamente por todo eso, la losa de plomo viene a estar cubierta por el manto de la hipocresía, y debajo campean, qué duda cabe, las trasgresiones. Los poderosos cometen en secreto sus pecados, y luego acuden a las salas de justicia, a lo mejor sometidos a las inclemencias de la resaca, a condenar a latigazos a los pobres bebedores.