Skip to main content
Blogs de autor

Uno al que el ego le valía un blego

Por 13 de marzo de 2014 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Julio Cortázar conocía bien el ego, lo sabía un animal dañino, lo desdeñaba por eso, y le valía un blego, para usar de las palabras que él mismo pudo haber inventado para sustituir bledo. Se quedaba impertérrito frente a los asedios de la fama, y veía las ceremonias de homenaje, los premios, las condecoraciones, como algo que venía de un mundo distante y ajeno; y acorazado tras su serenidad ceremoniosa, hacía trizas toda la parafernalia de la vanidad. Y si nos ponemos a hacer cuentas, es el escritor latinoamericano famoso menos premiado y menos homenajeado de que se tenga memoria.

Ahora que leo la última de sus cartas a su amigo Eduardo Jonquières, fechada en Managua el 24 de febrero de 1983, e incluida en el volumen Cartas a los Jonquières, me doy cuenta a cabalidad cómo es que miraba ese mundo de los homenajes y los reconocimientos: eran tiempos de la revolución sandinista, el último de sus amores políticos, un amor que no llegó ya a decepcionarlo debido a que se murió antes del fin del cuento de hadas:

"Entre otras cosas estos locos tan queridos decidieron galardonarme con la Orden de Rubén Darío, lo que me emocionó mucho porque es la primera vez que la conceden a un extranjero. Tuve que preparar un discurso y ser protagonista de una de esas ceremonias que uno ha visto tantas veces en el cine o la televisión; pero en este caso había tanto cariño de parte de los dirigentes y del público que el lado protocolar no me molestó para nada. Me regalaron una cassette con la filmación del acto y los discursos (Sergio Ramírez leyó uno que busca reivindicar la personalidad entera de Rubén Darío y no solamente los cisnes y el modernismo); si querés trataremos de pasarla en París en casa de alguien que tenga el aparato para video, y tendrás una visión de una de las facetas de este país tan amenazado, tan pobre y tan querible…"

Era uno de esos egos devueltos, en lugar de revueltos, como los que describe Juan Cruz en su libro sobre egos literarios. Cuando el retorno de la democracia a Argentina, Julio esperó inútilmente en Buenos Aires ser recibido por el ya electo presidente Raúl Alfonsín, instalado en el último piso del hotel Panamericano enfrente del Obelisco, el general Bignone todavía en la Casa Rosada.

Era el mes de diciembre de ese mismo año de1983, cuando lo condecoramos en Managua. Julio no volvía a Argentina desde hacía diez años y ahora lo paraban en la calle para pedirle autógrafos, lo saludaban por su nombre desde las puertas de las confiterías. Y esperó en vano por el encuentro. Habrá habido opiniones de asesores que pensaron que para qué revolver el agua, Alfonsín alegó después que se trató de un error involuntario, una confusión de su secretaria, devota ella misma de Rayuela y sus demás libros, pero Julio seguía siendo una bestia negra para los militares que retrocedían mal de su gusto de vuelta hacia los cuarteles.

Ya estaba enfermo de muerte, lo sabía, había vuelto a Argentina para despedirse, y a los amigos que hicieron aquellas gestiones fracasadas  él les insistía que no había porqué molestarse, el hombre estaría ocupado con tanta cosa encima, no valía la pena. Nadie lo oyó decir nunca y estos que se han creído, yo soy Julio Cortázar. Y se fue de vuelta a París sin resentimiento, para morir al muy poco tiempo, el 12 de febrero de 1984, hace ahora treinta largos años.

profile avatar

Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

Obras asociadas
Close Menu