Sergio Ramírez
Viejo ya en este oficio de escribir, debo decir con alegría que en un encuentro como el de Santillana del Mar, se aprenden cosas nuevas acerca de la literatura. La primera de ellas, que escribir libros es una tarea con consecuencias, y que una obra literaria desborda siempre la página escrita y altera de alguna manera la realidad. Como ha dicho Carlos Fuentes, una novela no sólo refleja la realidad como un espejo mágico, sino que agrega una nueva realidad. E influencia y cambia lo que parecen ser verdades consabidas.
Se ha hablado, por ejemplo, de los parecidos y diferencias, y contradicciones si las hay, entre literatura e historia, tal como se planteó en una de las mesas para discutir la obra de Carlos Fuentes, uno de nuestros escritores que mejor se ha hecho cargo de la vida pública en la ficción, o sea, de la inserción de la Historia con mayúsculas en la narración de las historias privadas, que es de lo que en definitiva trata la novela.
A mí siempre me gusta decir que en América Latina, los vacíos que deja el relato de la historia contada por los historiadores de profesión, vacíos que siguen siendo numerosos, vienen a llenarlos los escritores, sin que nadie pueda vedarles el uso de la imaginación, que se halla en la esencia de su oficio, a la hora de contar los hechos de la historia.