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Un final 'ferpecto'

Por 14 de junio de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

La gente está como loca en los Estados Unidos discutiendo el final de la saga de Los Soprano. (Aquí en América Latina la temporada final empieza a emitirse dentro de poco por HBO, o sea que me estoy adelantando a una discusión que ocurrirá entre nosotros dentro de algunos meses.) Parece ser que el creador de la serie, David Chase, armó lo que suele llamarse un final abierto. Esto es, un final que no huele a final. Sin cabos prolijamente atados, sin revelaciones espectaculares, sin escenas catárticas. De hecho, como en un momento Chase corta a un cuadro negro sobre el cual se queda, mucha gente pensó que se trataba de un defecto de la transmisión… cuando no lo era.

¿Qué es lo que constituye un buen final? Para la mayor parte de nosotros, en carácter de lectores y espectadores, un buen final es aquel que colma todas nuestras expectativas: donde se termina entendiendo todo y los personajes obtienen el destino que se merecen, y mejor todavía si la cuestión se resuelve de la manera más espectacular posible. Un final a la King Kong, podríamos decir, con gorilón, rubia, Empire State, aviones de guerra y caída que quita el aliento. Pero aun cuando coincidamos en la definición (confesémoslo, ¿existe alguien a quien no le gusten los happy endings?), algunos de nosotros también esperamos otra cosa: por ejemplo, que el final sea coherente con las reglas establecidas por el relato mismo. A nadie le parecería bien que el coronel Kurtz recobrase la cordura al final de Apocalypse Now y regresase a casa del brazo de Willard, diciendo cuán equivocado estuvo al dudar de la política exterior de los Estados Unidos. Lo sentiríamos como una traición, un final que borra con el codo todo lo que el relato escribió con la mano. El mismísimo Coppola tenía dudas al respecto, de hecho rodó más de un final. Terminó optando por uno a mitad de camino, en que Willard mata a Kurtz y regresa a casa. Yo hubiese preferido que matase a Kurtz para tomar su lugar entre los nativos. Me parece que habría hecho mejor honor a la ambición del filme.

¿Y cuáles serían, ya que estamos, los mejores finales de la historia? Pienso en Ulises siendo reconocido por su viejo perro. Pienso en el secreto de rosebud perdiéndose entre las infinitas riquezas del difunto Kane, al cierre de El ciudadano. Pienso en Kay observando que a Michael Corleone se le rinden honores de don, con esa puerta que se cierra para dejarla definitivamente afuera en la culminación de El padrino. Pienso en el saludable Tiny Tim, deseándonos lo mejor al término de A Christmas Carol. Pienso en Hamlet diciendo The rest is silence, y expirando después. Pienso en el final de The Usual Suspects. Y en el final de Some Like It Hot, cuando el pretendiente de Jack Lemmon acepta alegremente su destino diciendo: “¡Nadie es perfecto!” Y en el final de Brazil, por el cual Terry Gilliam debió batallar contra el estudio que lo encontraba deprimente. (Cosa que es, sin dejar de ser a la vez el final más adecuado para su antiutopía.) Pienso en los finales de tantos cuentos de Borges. (Como el de El muerto, por ejemplo: “Suárez, casi con desdén, hace fuego”.)

Debe haber mil más. Acepto sugerencias.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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