Sergio Ramírez
Parece que un lector me ha agarrado en falta por haber escrito en una entrega anterior, respecto del escritor Julien Green, “nacido en París… sin ser su lengua natal el francés”. ¿Puede ser posible semejante cosa, nacer en un lugar, y no tener por lengua natal la de ese lugar?
Quizás si recurrimos al párrafo completo, nos resulta una mejor explicación: “nacido en París, de padres virginianos, murió a los 98 años de edad en 1998 (había nacido con el siglo XX), y sin ser su lengua natal el francés…”. La lengua natal, con la que uno nace, puede ser diferente de aquella del sitio donde se nace, si, como en este caso, los padres tenían por lengua propia no el francés, sino el inglés. La lengua natal, de nacimiento, vendrá a ser no la del suelo, sino la que se mama con la leche materna.
Es lo que ocurre, por lo general, con los hijos de los inmigrantes que dentro de las paredes de su casa hablan su propia lengua de origen, hasta que el niño puede alcanzar por sus propios pies la calle, y empezar a nutrirse de la lengua ambiente, la del país donde deberá vivir como hijo de extranjeros.
Los nacidos como hijos de extranjeros pueden tener automáticamente la nacionalidad del país donde nacen, según cada legislación, de modo que se podría ser español o francés por nacimiento, pero no necesariamente por la lengua.
Es lo que quise expresar, en el caso de Julien Green.