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Lecciones no aprendidas

Por 5 de febrero de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Tras solventar muchos impedimentos, los once miembros de una misión del Parlamento Europeo pudieron cumplir por fin su visita a Nicaragua propuesta desde noviembre del año pasado. 
 
El presidente de la misión, Ramón Jáuregui, presentó antes de partir unas conclusiones terminantes sobre la urgente necesidad del cese de la represión, la libertad de los presos políticos, la restitución de la libertad de información, y el restablecimiento de la democracia por medio de elecciones confiables.

Y en sus declaraciones Jáuregui dijo algo que parecería obvio pero en Nicaragua resulta esencial: "la democracia tiene una regla que es aceptar la posibilidad de la derrota".

Es lo que hizo el Frente Sandinista tras las elecciones de 1990, cuando triunfó Violeta de Chamorro: aceptó la derrota, y eso le dio entonces el prestigio de haber entregado por los votos el poder ganado por las armas.

Hasta entonces había dominado la filosofía del poder popular confiado a la vanguardia por una especie de voluntad divina. Las revoluciones eran, además, invencibles. ¿Dónde se había visto que el pueblo mismo fuera a derrotar a una revolución popular forjada con sangre? Pero ocurrió.

En enero de 1988, Carlos Fuentes hizo una visita a Nicaragua. Lo acompañaba el periodista Stephen Talbot, que escribía un reportaje sobre el escritor mexicano para la revista Mother Jones.

En una de las conversaciones con los dirigentes sandinistas se habló de las posibilidades que tenía la contra de ganar la guerra, recuerda Talbot, y el comandante Tomás Borge "dijo decididamente que algo así era imposible porque los contras van a contrapelo de la historia".
Fuentes interrumpió para preguntar: "¿Y cuál fue la experiencia de Guatemala en 1954 y de Chile en 1973? ¿No se demostró que la izquierda puede ser derrotada?". "No", respondió Borge, cortante. "Ellos no armaron al pueblo, por eso perdieron".

Después se discutió sobre las elecciones. "Borge dijo que su opinión personal era que ningún partido de oposición podía llegar a ganar a los sandinistas en las urnas. "Ahora no", asintió Fuentes, "pero en el futuro, ¿por qué no?". "Sólo si son antiimperialistas y revolucionarios", proclamó Borge, "si un partido reaccionario ganara, yo dejaría de creer en las leyes del desarrollo político". "Yo no estaría tan seguro de esas leyes", advirtió Fuentes".

Tras aceptar la derrota de 1990, el Frente Sandinista perdió la oportunidad de recuperar los espacios electorales, luchando bajo las reglas democráticas por conquistar de nuevo la mayoría de los votantes. El criterio obsoleto de la vanguardia dueña de la verdad, que representa al pueblo aunque tenga en contra la mayoría, volvió a imponerse.

Y cuando Daniel Ortega, tras tres derrotas logró por fin ganar en 2006, no lo hizo porque tuviera de nuevo esa mayoría, sino porque selló un pacto con Arnoldo Alemán, entonces caudillo del partido liberal, por medio del cual se reformó la Constitución para que pudiera ganar en primera vuelta con el 35% de los votos, la cifra máxima que el eterno e insustituible candidato había logrado sacar.
Ortega se hizo entonces la promesa de no volver a perder nunca, con lo que, a lo largo de estos años, ha estado ausente en él la voluntad de aceptar que la derrota es una regla esencial de la democracia.

Y hay otra cosa que en su comparecencia Jáuregui agregó: el poder no es un fin en sí mismo, sino un medio. Quedarse a cualquier precio sólo puede acarrear crisis tan profundas como las que hoy vive Nicaragua.

El poder no puede ponerse en juego, la derrota no es una opción. Por eso es que los reclamos por un diálogo nacional no son escuchados; porque un diálogo lleva necesariamente a hablar de elecciones limpias, justas, con jueces imparciales y honestos, vigiladas internacionalmente. Ese es el atolladero del que hay que salir.

Hay que buscar como Ortega escuche a todos quienes le dicen, igual que el eurodiputado Jáuregui, que la democracia tiene una primera regla, que es aceptar la posibilidad de la derrota. Porque unas elecciones con el mismo ganador, ya no son posibles en la nueva realidad que vive Nicaragua. Sólo harán más profundo el abismo.

La creencia de que el poder es un fin, y no un medio, es a estas alturas catastrófica. Y el reclamo para que el país empiece lo más pronto posible a vivir bajo un régimen de democracia abierta es lo que la inmensa mayoría de los ciudadanos quiere.

No hay que desmayar en esa insistencia, porque el diálogo, y las elecciones justas, son la única salida posible.

 

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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