Sergio Ramírez
La ciudad de Belém en Brasil, capital del estado de Pará, tiene millón y medio de habitantes y se halla situada en la desembocadura del río Amazonas en el océano Atlántico. Los bosques tropicales de las cercanías de Belém siguen siendo destruidos sin misericordia por los hacendados ganaderos que buscan extender sus pastos, y por tanto son estorbados por los árboles, y en esta tarea reciben pronta y eficaz ayuda de los madereros, que sacan enormes beneficios de la depredación.
Es lo que pasa en toda América Latina. Si uno compara cada año las fotografías tomadas por los satélites, verá como el verde de los bosques va desapareciendo para ser repuesto por las inhóspitas manchas ocres de la tierra arrasada.
Pero la novedad en Belém es que las víboras andan por las calles. Las han sacado de su habitat natural al esfumarse los bosques, y buscan refugio en las alcantarillas, en los baldíos, en los parques, y aún dentro de los edificios, las iglesias, los colegios, y los domicilios privados.
Hasta ahora han sido capturados unas dos docenas de reptiles, entre ellos una anaconda de tres metros de largo que se hallaba metida dentro de una cañería, una de esas anacondas que sólo viven en las partes más hondas de la selva amazónica.
La próxima vez que vea caer un árbol, piensa en que una víbora huirá en busca de calor hacia la ciudad donde usted vive, y a lo mejor escoge su casa. Espere por ella.