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La vasta lengua de la letra Ñ

Por 6 de noviembre de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

En el Congreso de Panamá, el tema fue el libro, como ya dije, y las novedades a que una industria tan antigua está sometida. Lectura y escritura tradicional, y ahora digital. Editoriales electrónicas, bibliotecas virtuales infinitas, librerías que ofrecen miles de títulos desde el espacio cibernético. Una revolución incesante que cada día presenta novedades, y que como toda revolución que afecta nuestras vidas trae consigo dudas, temores, ansiedad, incertidumbre, y también esperanzas. Porque la lectura electrónica puede llegar a democratizar verdaderamente la cultura.

Estamos frente a un formidable cambio tecnológico, como el que se vivió con la creación de la imprenta, en cuanto a las formas de leer. Mucho se habla de la desaparición del libro, pero olvidamos que más bien se trata de un proceso de sustitución. El libro impreso sustituyó al libro copiado a mano. Hoy el libro electrónico sustituye al libro impreso. Y entre ambas formas de leer habrá una coexistencia que durará largos años, de eso no me cabe duda.

Lo que más inquieta a quienes se ocupan de la lengua, es que estamos pasando de la palabra impresa a la palabra virtual. Antes escribíamos los libros a mano, o con los caracteres reales de una máquina de escribir. En ambos casos podíamos tocar las palabras, que hoy son sólo una ilusión, no sólo cuando escribimos, sino cuando el libro llega a manos del lector.  Es un libro que no existe, y regresa a la nada cuando apagamos la tableta, o la pantalla de la computadora en que leemos.

Por otro lado, todo fenómeno tecnológico afecta a la lengua. Al aparecer una invención que ahora parece anticuada, la máquina de escribir, sin darnos cuenta llegamos a depender del teclado y de los caracteres representados en el teclado. Por eso muchas de nuestras grandes obras literarias del siglo veinte se escribieron sin los cierres de interrogación y admiración, que son signos que sólo el español tiene, y que las máquinas no traían. Así llegamos a acostumbrarnos a esa desaparición, que hoy ha sido restituida en los teclados de las computadoras, pero porque defendimos su presencia, como hemos defendido que exista la ñ en esos teclados. Parece banal, pero ha sido una gran batalla por la integridad del idioma. Sin la ñ, el español dejaría de serlo, empezando por su mismo nombre.

Hoy, el español goza de una salud muy pujante, yo diría de una salud agresiva. El español conquista hablantes, mientras otras lenguas se baten en retirada. Hemos atravesado la frontera de los Estados Unidos, somos ya la segunda lengua en ese territorio. Y el español será una de las grandes lenguas de este siglo veintiuno, junto con el inglés, el chino y el árabe.

El gran reto para quienes hablamos el español, es la asimilación de la modernidad en tiempos de globalización. Hay una verdad imbatible, y es que los términos tecnológicos los pone la lengua que inventa la tecnología, y el inglés se ha vuelto una lingua franca de las ciencias y de las invenciones técnicas, y en lo que toca a este tema, de las invenciones digitales. La tarea de crear términos para una tecnología que no hemos creado se vuelve inútil. No tenemos mejor alternativa que saber recibir esos términos, que son multitud, y adoptarlos. Una lengua siempre está recibiendo y adoptando. Cuánto no recibimos del árabe en España, y cuánto no hemos recibido de las lenguas aborígenes en América. ¿Por qué no vamos a saber recibir del inglés?

Una lengua se nutre de dos vertientes, la calle, y la literatura. Ambos son espacios constantes de invención.  El reto es, entonces, no dejar de ser creativos, ni en la calle, ni en la literatura, y hay que mantener abierto el puente entre ambas. El español debe seguir siendo una lengua de invención, como lo es desde Cervantes. Saber recibir aportes literarios de otras lenguas, como nos enseñaron Garcilaso y Rubén Darío; y nunca olvidar la calle, el habla que se hace todos los días entre la gente común, que es la que crea y reinventa el idioma, junto con los escritores.

 

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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