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La superproducción más cara de la historia

Por 20 de enero de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Estamos en plena chapomanía. Siendo el muy mentado Chapo Guzmán un mito, ya no sabemos cuánto hay en él verdad o mentira. Su grueso bigote, por ejemplo, ¿es real, o pintado al carbón, como el de Groucho Marx? Un aspirante al glamour de Hollywood con muertos a cuestas que sólo pueden contarse de manera estadística: 67% de los 45.000 que ha costado la guerra narco en México: y no con balas de mentira, con las que mataba John Wayne en las batallas de tramoya de la guerra de Viet Nam.           

Las telenovelas nos ofrecen argumentos sabidos. La campesina que entra en la mansión suntuosa como empleada doméstica, y saldrá casada con el hijo de los patrones venciendo la maldad de la suegra; o la empleadita sufrida que resultará, al final, bendecida por la herencia que le ha dejado su abuela, quien la ha buscado afanosamente por años sin encontrarla. Todos son caminos para llegar al dinero fácil, pero a la postre inocentes.

Ahora el guión se ha pervertido, nos lo dice el mismísimo Sean Penn: el héroe sumido en la miseria campesina desde su infancia, ha sido empujado desde los 15 años a vender drogas para poder sobrevivir. Y se hizo a sí mismo, como en las mejores historias románticas del capitalismo, donde brillan aquellos magnates que enmarcan el primer dólar ganado, a lo Rico McPato.

Nos advierte que los carteles no van a desaparecer ni con su prisión perpetua, ni con su muerte, lo cual no deja de servirnos de consuelo moral: "el día que yo no exista, no va mermar lo que es nada el tráfico de droga".  No es más que una víctima de los apetitos del mercado. Sería un honrado labriego o pastor de cabras en Badiraguato, si los viciosos consuetudinarios de Wall Street y Beverly Hills no fueran tan buenos clientes. Él no prueba drogas, una de las formas de reclamar honestidad. Sólo comercia con ellas.

El guión de esta formidable superproducción ya está siendo escrito, y de la telenovela hogareña recibe los toques maestros: "no duermo mucho desde que te vi. Estoy emocionada con nuestra historia. Es en lo único que pienso…", susurra. Kate, la heroína en un mensaje de texto. Y el galán del bigote poblado responde: "eres lo mejor de este mundo. Te cuidaré más que a mis ojos". Y entonces ella: "me mueve demasiado que me digas que me cuidas, jamás nadie me ha cuidado".

El galán tiene un corazón sentimental: 7 esposas, 18 hijos, amantes a granel. Un semental que para no desmerecer de su fama, antes de ir una vez más prisión se había hecho una cirugía de los testículos para mejorar su rendimiento sexual. Pero el arrepentido Sean Penn no fue en su búsqueda para encontrarse con un garañón patriarcal, sino con alguien enlistado por la revista Forbes entre los supermillonarios, y por la revista Foreign Policy entre los superpoderosos. Él mismo lo revela con toda candidez, cuando nos dice que en México hay dos presidentes. Dos sillas del águila, una de ellas la ocupa su entrevistado. Conoce el poder mediático, pero aquí se halla frente al verdadero, y su erótica.

Había visto, dice, "videos y fotografías de decapitados, reventados, desmembrados o acribillados a balazos: inocentes, activistas, periodistas valientes y enemigos por igual del cártel", pero eso no ataja su seducción por la erótica del poder, precisamente porque su entrevistado tiene poder de vida o muerte, que ejerce a través de redes secretas, de órdenes que llegan al último rincón y se cumplen puntuales.

Los asesinatos en serie, los crímenes masivos, no atajan tampoco nuestra fascinación porque vivimos frente a la gran pantalla, donde la épica nunca deja de estar teñida de sangre, y frente a la pequeña, donde se celebra el ascenso de los pobres hacia la riqueza, cualquiera que sea el camino. Y en ambos casos, nos conectamos sin pudor al mercado que espera a todos con sus fauces abiertas.

La firma Barabas agotó las existencias del modelo Fantasy de sus camisas, que el Chapo luce en la foto que se tomó con la estrella de cine. Se trata de una extravagante prenda de sicario, de esas muy apropiadas para lucirse abiertas y enseñar la gruesa cadena de oro en el pecho, y para usarse por fuera, de modo que el faldón pueda esconder la pistola de grueso calibre. ¿Si hay novelas, telenovelas, series, música de grupera, y altares para los narcos, por qué no camisas? El glamour debe ser total.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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