Sergio Ramírez
A la idea de que mi vida se encuentra dominada por resonancias magnéticas que entran no sólo en mi cuerpo, sino también en mi pensamiento para trastornarlo todo, prefiero la convicción de que si el tiempo corre de prisa en mi cabeza es porque, con el paso de los años, el futuro se reduce de tamaño, mientras el pasado se ensancha como un abismo insondable, e insaciable. Eso hace que el presente se vuelva cada vez algo más precario, un espacio en el que apenas puedo detenerme a reflexionar. Son las viejas, pero no por eso tranquilas, razones de la edad.
Quienes me leen son los únicos que me pueden decir si, jóvenes como son, el tiempo les parece eterno, que nada les corre prisa, que hay días que no terminan nunca, que cinco años les parecen 50, Y así, viéndome en su espejo que fue el mío, nos quedamos todos en paz.
Mientras tanto, quiero citar al gran poeta nicaragüense Alfonso Cortés, que pasó la mitad de su vida en un manicomio, autor de estos versos:
La tierra no conoce los caminos
por donde a diario anda —y
más bien esos caminos son la
conciencia de la tierra… —Pero si
no es así, permítaseme hacer una
pregunta: —Tiempo, ¿dónde estamos
tú y yo, yo que vivo en ti y
tú que no existes?