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IV. Polvo eres, y al polvo volverás

Por 22 de marzo de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Desde el tiempo de los faraones, un cuerpo embalsamado ha funcionado como símbolo de poder más allá de la muerte en sociedades políticamente inmóviles, y la venezolana está lejos de serlo. La mayoría de los cadáveres preservados para la contemplación pública indefinida han sido ya enterrados y sólo quedan unos pocos, entre ellos el de Kim Il Sung en el país más cerrado del mundo, donde no se mueve la hoja de un árbol sin el permiso del dinasta familiar de turno.
Alguna vez el comandante Chávez dijo que quería ser enterrado en su suelo natal de Sabaneta de Barinas, pero ahora la cúpula ha resuelto que sea exhibido en un museo. Y dijo más: "exhibir cuerpos insepultos es un signo de la inmensa descomposición moral que sacude a este planeta", opinó en 2009 acerca de la exposición ambulante de cuerpos momificados "Body Worlds".
Esta decisión extrema de quienes buscan usar su cadáver como seguro de vida de su propio poder, expone al caudillo a ser devuelto un día a la tierra por otras manos que no le guardarán la misma veneración, o simplemente querrán quitarlo de la vista pública. La historia no es inmóvil, ni aún en Corea del Norte. El cuerpo de Evita, trabajado hasta el delirio por los expertos en momias, anduvo errante por el mundo hasta que fue inhumado piadosamente en el cementerio de la Recoleta.
En los días del funeral, el consejo que aceptó el presidente interino Nicolás Maduro, o él mismo lo decidió, fue el de meterse en los zapatos del comandante Chávez, vestir la misma ropa deportiva con los colores patrios, imitar su discurso exaltado, amenazar al adversario. No le lucía mucho. Pero ahora, al no hacer enterrar cristianamente a su padre espiritual y político, entrará necesariamente en una contradicción, porque tendrá siempre una imagen de cuerpo presente recordándole que Él no es él.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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