Sergio Ramírez
El presidente Correa alegó que actuaba como ciudadano en defensa de su integridad moral, y no como presidente del Ecuador. Pero son dos calidades que no pueden separarse, y
por tanto, la pretendida reivindicación de su derecho se convierte en un acto arbitrario
y excesivo. Un presidente democrático debe estar dotado de un juicio sereno y
de la estabilidad de carácter necesaria para no perseguir con sus escoltas a
quien lo insulta en la calle, o para clausurar un periódico porque alguien ha
escrito en sus páginas algo que le molesta, o lo indigna.
El capítulo haterminado con un perdón presidencial extendido a las víctimas, el periódico y
los periodistas. Al anunciar su magnanimidad, el presidente Correa se ha
cuidado en decir que se trata de perdón, pero no de olvido. Levanta la pena,
pero guarda el agravio.
Hubiera sido bueno que anunciara también, como parte de esa magnanimidad, que deroga la ley que establece que durante las campañas electorales, los medios de comunicación "se
abstendrán de hacer promoción directa o indirecta, ya sea a través de
reportajes especiales o cualquier otra forma de mensaje que tienda a incidir a
favor o en contra de terminado candidato…"
Otra vez la mordaza, compañera del palo en estos menesteres, una prohibición destinada a
imponer el silencio a partir de la próxima campaña, cuando el presidente Correa
va a presentarse de nuevo como candidato, dispuesto de nuevo a ganar,
escuchando solamente su propia voz, y el eco de su voz que le repetirá:
medianoche todavía.