Sergio Ramírez
La visión caritativa es simple, no admite complejidades. Hoy las tribus indígenas en Estados Unidos son dueñas de los juegos de azar, y sus jefes se comportan como chamanes financieros, empresarios agresivos a la hora de invertir en casinos, como la hacen los seminoles de la Florida; pero ése es otro escenario, ajeno a la idea de que América sigue siendo una tierra exótica.
Ese mismo territorio del que no puede provenir otra literatura que no sea el realismo mágico, típico producto Made in Latinoamérica, cada vez peor imitado, pero que responde a una percepción preconcebida. Un hábito de consumo. De ese otro lado de los Pirineos, esa barrera común a todos nosotros, lo que hay es la magia pura y dura, incontaminada, más allá de la literatura y de sus figuraciones.
La mente que lee del otro lado de las montañas se asombra y se maravilla ante lo que ya está preestablecido desde hace siglos, la atracción fatal de lo primitivo y sus contrastes, y que el realismo mágico le revive en todos sus deliciosos anacronismos. Y todo viene a resultar no en otra cosa que la degradación del romanticismo tan lejano.
El sur de Europa debe regresar al redil, sometido al canon disciplinario teutónico, no importa que tras de sí arrastre su cauda melancólica de fiesta perpetua. Lo vernáculo con responsabilidad, el color local sometido a la moderación.