
Sergio Ramírez
Arroz, frijoles, aceite de cocinar, ya dijimos. Los paquetes llevan también azúcar, salsa de tomate, algunos cereales, otros pasta. La noticia de la prodigalidad de la pareja gobernante, que entrega los paquetes detrás de la barrera, cunde. Las filas avanzan lentamente, los remojados que llegaron de primeros, y que ya se orean, alcanzan por fin su premio. Pero las novedades que llegan a los que aguardan atrás, y más atrás, son desesperantes. ¿Alcanzará para todos?
Empiezan los gritos, los reclamos, los empujones, el desorden. Los antimotines se alertan. Otras vez regresan las ambulancias a recoger a las víctimas de sofocación, hipotensión, hipoglucemia, insuficiencia respiratoria. Muchos se creen ya sin "gorra". Furia y desesperación. Ya no hay filas ordenadas, sino un amotinamiento general. Los vidrios del primer piso del Palacio de los Pueblos saltan el añicos. ¿Llegar hasta el altar donde la pareja reparte pacientemente los paquetes a cada demandante? La tarea parece ahora lejana e imposible, y los robocops vestidos de oscuro, cascos y petos y escudos, vigilan atentos, bastón en mano. Si no hay docilidad, no habrá "alimentos para el pueblo".
Un lustrador de calzado que se gana la vida ejerciendo su trabajo en el Parque Central, vecino al Palacio de los Pueblos, dice: "estos juegan con el hambre del pueblo, yo por eso compro mi arrocito en la venta de mi barrio, aunque para eso tenga que trabajar todo el santo día, y así no vengo a hacer fila aquí, para que me asareen".
Asarear, en nicaragüense, quiere decir avergonzar, humillar. Tomen nota.