Sergio Ramírez
En la vida de un niño hay brujas que espantan, tal vez, pero por suerte también hay hadas madrinas cuando se trata de la lectura. Una señora de mi mismo pueblo de Masatepe, doña Zoila Monterrey, hermosa mujer de risa franca, y a cuyo frondoso patio entraba a jugar, me abrió las puertas de la vitrina donde resguardaba sus libros, lectora insaciable de novelas, y me dio a leer Los tres mosqueteros de Dumas en aquella ediciones a dos columnas de la editorial Sopena Argentina.
Fue una vez que me oyó hablar de la película filmada en base a la novela, que yo había visto la noche anterior, en la que Gene Kelly era D´Artagnan, el bailarín de Un americano en París convertido en espadachín siempre risueño; y cuando le devolví el libro, la señora me entregó Veinte años después, del mismo Dumas, con lo que volví a hallarme, para mi dichoso asombro, con los mismos personajes que creía ya desaparecidos para siempre, servicio éste del escritor a la imaginación de su lector, que siempre quiere más, y que nunca se deja de agradecer.
También aprendí desde entonces que nunca hay que pasar de las películas a los libros, pues por regla son inferiores las adaptaciones, lo cual vale también cuando se trata de de seguir el camino inverso, y pasar de los libros a las películas, pues las decepciones vienen a ser generalmente graves; salvo que se trate de algunas como El Gran Gatsby dirigida por Jack Clayton, conforme el guión escrito por Francis Ford Coppola, o de El Padrino, del mismo Coppola, para mencionar dos ejemplos memorables.