Sergio Ramírez
En un ensayo de 1986 sobre Democracia en América Latina, Albert Hirschman sostenía algo que sigue siendo válido hoy, y es que nuestra cultura política se basa en el hecho de "tener opiniones fuertes y preconcebidas sobre casi cualquier cosa", es decir, el síndrome autoritario que a su vez pretende la unanimidad del criterio social, lo que es una forma de exclusión que necesariamente castiga la disidencia.
La democracia, dice el mismo Hirschman, no se sostiene necesariamente en la prosperidad. Debe sobrevivir aún en situación de pobreza, o de crisis, como es el reto hoy mismo en Europa, en países como Grecia, Chipre, España y Portugal; las instituciones democráticas no sólo deben permanecer incólumes ante la crisis, sino que deben guiarla hasta su solución.
Pero la propuesta contraria, prosperidad sin democracia, viene a ser un desafío peligroso. Si China, cuya presencia en el ámbito económico latinoamericano es cada vez mayor, en cuanto a abastecedor de mercancías, comprador de materias primas e inversionista, representa un modelo económico exitoso, con un régimen autoritario y cerrado, la pregunta tentadora viene a ser: ¿por qué apegarse al modelo democrático europeo, si el modelo chino demuestra que el liderazgo autocrático rinde tan buenos frutos para llevar adelante proyectos de largo plazo? Es una pregunta tentadora para nuestros caudillos de nuevo cuño, dispuesto a reelegirse sin término.
América Latina, a pesar de que crece económicamente en estos últimos años, no termina de resolver el asunto de la institucionalidad democrática, como se ve en no pocos de nuestros países, y eso es ya en sí mismo una crisis. El autoritarismo es la marca de esa crisis. Y del otro lado está también la crisis europea, que no sólo es financiera. Josep Ramoneda habla de "una crisis sistémica del capitalismo, de dimensiones económicas, políticas, sociales y morales".
Las crisis traen consigo riesgos, pero también la oportunidad de que nazcan ideas renovadoras de cambio, desafiando los viejos paradigmas que apuntan siempre hacia el pasado.