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III. Se comieron la gallina robada, y no escondieron las plumas

Por 19 de noviembre de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Se sentía venir el fraude, anunciado por tantas señales ominosas, pero la idea de los votantes que queremos preservar la democracia en Nicaragua era buscar como impedir ese fraude votando, para frenar cualquier maniobra basada en la escasa diferencia de votos; anular votos, o actas de juntas receptoras de votos, hasta alcanzar la mayoría fraudulenta, es algo perfectamente practicable cuando se trata de pocos votos, el voto duro y militante, pero no cuando se trata de muchos. Si es que se piensa en un fraude hecho de manera artera, con cuidado de no dejar huellas escandalosas.

Pero los cálculos fueron demasiado púdicos. El fraude consumado por el aparato de poder de Ortega, que tiene bajo su dominio al propio Consejo Supremo Electoral, a las estructuras territoriales de ese organismo, así como al sistema de cómputo, fue obsceno y descarado. Se robaron las elecciones sin preocuparse en lo más mínimo de buscar como esconder el fraude. A eso decimos en Nicaragua, comerse la gallina robada, y no esconder las plumas.

Parte del fraude sin máscaras fue el robo de mi voto y el de todos mis vecinos del Centro de Votación 501, pues en los recuentos oficiales ese centro no figura. Simplemente hicieron desaparecer de los cómputos finales las 8 mesas de votación donde  emitimos votos válidos 1707 personas: 80% para el candidato a alcalde Eduardo Montealegre y sus candidatos a concejales; 20% para los candidatos de Daniel Ortega, según las actas entregadas al final del escrutinio de esas mesas a los fiscales de la oposición. Y la suma nacional de esas actas demuestra que los candidatos de Ortega fueron derrotados en la inmensa mayoría de municipios del país.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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