Sergio Ramírez
Donde se denegaron las cédulas fue porque el partido oficial temía perder; mientras tanto, a sus propios partidarios, las cédulas les eran entregadas a domicilio, cortesía de la casa. Y miles de muertos, como en las Almas Muertas de Gogol, figuraban en las listas del padrón que el elector debía consultar en los centros de votación para saber a qué junta receptora dirigirse. En Matagalpa, leo, un humilde votante, Jacinto Villalta López vio en la lista el nombre de su hija Claudia Carolina Villalta Cano, fallecida de cáncer en 1999, a los veintiún años de edad. Ya había votado desde el más allá, o alguien lo había hecho por ella. No le quedó sino llorar.
Roberto Courtney, el director de Ética y Transparencia, un prestigioso instituto que ha observado y evaluado los anteriores procesos electorales en Nicaragua, y al que esta vez se le negó participación, ha declarado que de las trece reglas internacionales que sirven para medir la transparencia de unas elecciones, éstas del domingo salen aplazadas en doce. Es decir, pierden toda credibilidad. Lo mismo ha dicho Roberto Bendaña, presidente de otro de los organismos consagrados a la observación electoral, Hagamos Democracia, al que también se le denegó la participación. Las ha calificado de bochornosas.