
Sergio Ramírez
El héroe de Héctor Abad Faciolince en El olvido que seremos, es un médico que desde joven quiere hacer de su profesión algo más que un ejercicio liberal, para beneficio de los más pobres y necesitados, y que se convierte luego en un defensor de los derechos humanos en un país en donde semejante condición ha representado desde hace décadas una sentencia de muerte.
Tentación de martirio, activismo frenético, el desborde un sentimiento moral elevado que lo lleva no pocas veces a padecer de ingenuidad, y en sus momentos de vanidad, hasta la vanidad viene a ser ingenua. El hijo busca los resquicios por los que pueda colarse el lado flojo del padre, temerario porque es capaz de compadecer a los demás. Y la compasión, escribe el hijo, no es sino esa facultad tan escasa en los seres humanos de situarse en el lugar del otro, escasa y rara facultad que no pocas veces llega a costar la vida.
Pero por esos resquicios no se cuela sino la esencia misma del personaje singular que el día que van a matarlo, ha copiado a máquina un poema de Borges que será encontrado en uno de sus bolsillos: ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora…En el mismo bolsillo en que lleva la lista de amenazados de ese día, comunicada por los barones de la muerte a una emisora de radio, y en la que figura su propio nombre.