Sergio Ramírez
A comienzos del siglo veinte, 79 personas poseían la mitad de la tierra, mientras campeaban la marginalidad, el atraso y el analfabetismo, que cubría al 80 por ciento de la población. Esta situación ha cambiado poco hasta ahora. Y cambiarla fue la bandera con que el antiguo obispo Fernando Lugo llegó al gobierno en 2008, democráticamente electo, una rareza en la historia paraguaya, y más rareza aún que fuera el primer presidente que desde la independencia recibiera la banda presidencial como candidato de la oposición, derrotando al sempiterno partido Colorado.
Cuando el "Obispo de los pobres" asume la presidencia, lo hace con el respaldo del 84% de la población, precisamente porque ha despertado grandes esperanzas de cambio, sobre todo en cuanto al régimen feudal de la tierra. El Paraguay ha tenido en tiempos recientes altas tasas de crecimiento anual, pero las obsoletas estructuras económicas, y sobre todo agrarias, siguen haciendo que las grandes masas indígenas y campesinas lleven una vida marginal. De acuerdo con una encuesta muy reciente de Latinobarómetro, la abrumadora mayoría de la población sigue creyendo que la riqueza está mal distribuida en Paraguay: sólo el 22% piensa que esa distribución es justa, mientras las instituciones son juzgadas con desconfianza en cuanto a su legitimidad: en 2011 sólo un 31% confiaba en el parlamento, y un 23% confiaba en el sistema judicial.