
Sergio Ramírez
¿Es legítima o no la participación creativa del lector? Lo es. Leer un texto literario es ya un acto creativo, algo que Julio Cortázar llamaba el papel del "lector hembra". Y el padre de Cortázar, ya sabemos, fue Borges. Pero hoy se va aún más allá respecto a Borges.
En un artículo de principios de este año en The New York Times, titulado "Borges y el futuro predecible", Noam Cohen alega que el autor de Historia de la eternidad es el padre del intertexto, y el hombre que descubrió Internet en su cabeza, antes de que ésta se hiciera realidad. Cohen cita a autores contemporáneos, como Humberto Eco, que respaldan esta afirmación, o Perla Sassón-Henry, quien en su libro Borges 2.0: del texto a los mundos virtuales, analiza la conexión entre los medios electrónicos "descentralizados" como YouTube, los blogs y la Wikipedia, con los cuentos de Borges en los que el lector es un participante activo; lo llama "alguien del mundo antiguo con una visión futurista". Y un libro de ensayos publicado este año por la Universidad de Bucknell sobre el mismo tema, se llama precisamente Cy-Borges.
No hay duda que Borges imaginó las enciclopedias infinitas y las librerías infinitas, que se parecen a Google y a la Wikipedia, e imaginó a los seres de memoria infinita, como Funes el memorioso. Nunca puso los dedos sobre el teclado de una computadora, ni movió un ratón debajo de su mano, pero todo estaba ya en su mente, dispuesta precisamente a la idea de lo infinito, y de lo asombroso.
No creo, sin embargo, que hubiera dejado que alguien interviniera en cambiar el destino de sus personajes. El destino ciego, en manos de un escritor ciego capaz de tocar el universo, no podía quedar sujeto a las votaciones.