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El año que dejé de creer en Woody Allen

Por 29 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

Hace tiempo que tengo dudas con los reyes, incluso con los magos, pero nunca había dejado de creer en Woody Allen. Siempre me había gustado ese rabino en topless, ese judío sin casquete, con su leal oposición a Dios. Curioso tipo que confunde el paraíso con Radio City Music Hall. Me gustaban sus películas desde Toma el dinero y corre hasta que se empeñó, le empeñaron, le pagaron, y tomó el dinero, para hacer esa postal sobre Barcelona con escala en Oviedo. Menos mal que dentro están Javier Bardem, Penélope Cruz  y otras chicas del montón de hermosas que siempre han rodeado a este pequeño, tramposo, genial y descreído. Un tipo sagaz, no preparado para conocer la nada eterna por no estar seguro de estar bien vestido para la ocasión. Brillante seductor, capaz de hacer cada año la película que nos compensaba del aburrimiento, la pedantería y nadería previsible de tantas noches de cine y humo. Excepciones, y Robert Mulligan, aparte,  Woody Allen era el seguro, la cuota, la isla inteligente que puntualmente nos permitía estar en Manhattan, y alrededores, como en casa. Nos cambió el decorado. Tragamos Venecia, Londres y algunas oscuras calles de Europa. Hasta que llegó a Barcelona y nos hizo bajar. Ahora vuelve por el principio, por lo de tomar el dinero y tocar. Y seguir corriendo. Nuestro artista dice adiós al año españolizando, en salón público y con orquesta de nochevieja para amenizar despedidas. El genio tocará el clarinete mientras los paganos comen las uvas, brindan por el final de la crisis y por los milagros de Obama.
 
No es la primera vez que Allen tiene miedo a la falta del dinero, las crisis y la falta de liquidez. Mi entregada fe en sus discursos cinéfilos me hizo creer  que eran temores de  buen hijo,  deseo de cuidar al  padre, de pagar por un buen sitio en la Sinagoga y que no le hicieran sentarse lejos de Dios, en esos lugares de atrás. Esos bancos traseros,¡ tan lejos del sitio  dónde suceden las cosas! Ahora debe correr a tomar el dinero por sus ex, sus hijos o por su espíritu no santo. Despedimos el año de la decepción con Woody Allen, sin conseguir que nos caiga mal.
 
El puñetero año en que nos tocó la crisis, el mismo que no nos tocó la lotería, y en el que nos despedimos, sin querer, de Rafael Azcona. Adiós al año en que nos volvió a engañar el poeta Ángel González. El año en que dejó escrito que lo suyo no era nada grave. Y el amigo fingidor se murió con una sonrisa. Hay años mejores, no estaban en éste, aunque me resisto a despedirme sin una esperanza. Tendré que volver a Woody Allen. Le perdono y le robo una cita optimista. "En suma, me gustaría tener algún tipo de mensaje positivo que dejarles. Pero no lo tengo.¿Aceptarían dos mensajes negativos?" Daremos otra oportunidad a Woody Allen. Sin clarinete.
 
Artículo publicado en: El País, 28 de diciembre de 2008.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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