
Sergio Ramírez
El parque de atracciones de Cristolandia, ubicado en tierras del estado de Israel, estará diseñado de manera que se pueda satisfacer a los visitantes de cualquier denominación cristiana, desde católicos catecúmenos a cristianos renacidos, sin olvidar a los fieles de la iglesia griega, o a sus primos los coptos. La visión, sin embargo, será en todo sentido de la más pura ortodoxia, sin lugar a ninguna clase de interpretación libre de las escrituras. Alguna mano les echará Mel Gibson, que ya tiene experiencia con multiplicar los flagelos a Jesucristo y desollarlo vivo, si nos acordamos de su película La Pasión.
Por lo demás, el parque deberá contar con hoteles de cinco estrellas, y otros menos costosos para el turismo masivo, así como con restaurantes, cines, librerías y tiendas de suvenires -imaginen ustedes la variedad-, autobuses refrigerados con un bar a mano para transportar a los peregrinos y otras muchas amenidades. Un escenario bastante distante de aquel Belén donde Jesús nació en un pesebre tras errar José y María sin que quisiera nadie darles posada, sería que no tenían a mano una tarjeta de crédito platino.
Aquí tenemos, pues, a una empresa de portentosa envergadura, que pretende expandir la luz del cristianismo. Aleluya.