Sergio Ramírez
Un vivo, por ejemplo, es el que se presenta en la fila de quienes desde ratos atrás esperan pacientemente para comprar su boleto en la taquilla del cine, se sitúa descaradamente delante, con un "compermiso" apenas audible, y ya con el boleto en mano, se escurre disimuladamente o se ríe por lo bajo de los demás. Este es el caso más inocente.
Pero también están los vivos que se levantan subrepticiamente para ir al baño a la hora en que llega la cuenta a la mesa de amigos en el bar o en el restaurante, o los que te piden préstamos imprevistos, dinero efectivo o alguna prenda, o se las ingenian para hacerte servir de fiador de una deuda suntuaria con la intención deliberada de cargarte con el pago.
Los vivos son también aquellos que plagian trabajos de tesis ajenos para graduarse, o párrafos enteros de un libro que suponen nadie nunca va a leer, y piensa en su argucia, que no habrá, por tanto, oportunidad de comparación posible.
Y ascendiendo en la escala, se hallan los vivos que se hacen expertos en robar elecciones, manipulando votos y anulando actas, o resucitando muertos de sus tumbas para agregarlos a las listas electorales. O los vivos supremos que en su papel de magistrados, reciben coimas por debajo de la mesa para resolver sentencias judiciales.
Muchos más, ustedes agregarán otros muchos. Pero la estrella de los vivos es hoy día el licenciado Roberto Madrazo Pintado, ex gobernador del estado de Tabasco, ex presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, y candidato a la presidencia de la república en las elecciones del año pasado, que perdió, a pesar de su viveza.