Sergio Ramírez
Sólo la decisión popular hizo posible que la protesta se diera por fin en las calles hace pocas semanas en contra del fraude electoral de hace un año, en contra del fraude judicial de hace poco, cuando se declaró inconstitucional la Constitución, y en contra de la grave acumulación de poder y de riqueza en manos de la familia gobernante, rompiendo con el dictum del partido oficial de que "las calles son del pueblo", es decir, de los partidarios del gobierno, y rompiendo con el temor frente a la agresiones y amenazas de las turbas armadas de morteros caseros y de palos y tubos.
A las calles no salió la derecha, como los socialistas que se abstuvieron en el Parlamento Europeo parece que imaginan, sino una multitud de miles formada por gente de todas las clases sociales y de todos los colores políticos que solamente quieren la oportunidad de vivir en un país libre y en paz, sin amenazas de familia única en el poder ni partido único en el poder; la oportunidad de tener elecciones periódicas, con los sufragios libremente contados, como las que se celebran en Europa entre la izquierda y la derecha, sin que nadie tema que le van a robar el voto.
Sería un error trágico que los socialistas europeos vieran en Nicaragua una confrontación entre la izquierda en el poder y la derecha en las calles, bajo el supuesto de que la derecha rechaza las medidas de la izquierda a favor de los pobres, que en Nicaragua son la mayoría.