Sergio Ramírez
La oferta desesperada que Lot hizo de sus hijas núbiles a la turba sedienta de placeres carnales, de todos modos no se consumó. Veamos los hechos: los dos visitantes celestiales insistían en dormir en la calle, y sólo a muchos ruegos de Lot aceptaron acogerse bajo su techo. Ya estaban por fin adentro, y ya habían cenado, cuando se presentó la turba, en la que iban desde viejos hasta jovencitos, vean lo corrompidos que estarían los sodomitas, exigiendo la entrega de los huéspedes.
Salió Lot a buscar como convencerlos, y fue cuando les hizo la oferta de dejarles saciar sus apetitos en sus propias hijas vírgenes, pero no aceptaron. Querían a los dos visitantes, o nada. Y le quisieron hacer violencia a Lot. No dice el Antiguo Testamento qué clase de violencia, pero ya sabemos que aquellos sodomitas no andaban viendo si era solamente un viejo de poco atractivo el que tenían entre manos. De lagartija para arriba, para ellos todo era cacería.
Entonces, ya cuando los amotinados tenían dominado a Lot y buscaban romper las puertas de la casa, los dos mancebos sacaron las manos por la ventana, lo agarraron y lo metieron para librarlo de los sediciosos. Y estos dos no se andaban con cuentos: en venganza, hirieron los ojos de los abusadores, y los dejaron ciegos.
Las venganzas ejemplares, ya se nota, son más viejas que Hollywood.