Sergio Ramírez
Los acuerdos que abrieron camino a la paz se firmaron en la ciudad de Esquipulas, en Guatemala, donde se encuentra situado el santuario del Cristo Negro que atrae romerías de promesantes desde toda Centroamérica. Y aunque tardaron en tomar cuerpo real, llegaron a cumplirse por fin, principalmente porque estaba de por medio la voluntad de los presidentes que los habían firmado.
Cada uno de ellos tenía sus propios motivos, sus propias contradicciones internas, sus propias limitantes, sus propias creencias ideológicas, pero fue una sola voluntad, en medio de un conflicto que estaba marcado de una u otra manera por los alineamientos de la guerra fría. Y esa voluntad tampoco coincidía en todo con los intereses hegemónicos que fuera de la región centroamericana tenían que ver con la guerra. Nicaragua recibía armas y suministros militares del campo soviético, y el FMLN y la URNG tenían el apoyo militar de Nicaragua y Cuba; y los contras, todo el respaldo de la administración del presidente Ronald Reagan, que también apoyaba decididamente a los gobiernos y a los ejércitos de Honduras, El Salvador y Guatemala.
En la Unión Soviética, donde para el tiempo de la firma de los acuerdos ya había empezado la era de Gorbachov, nadie pensaba que la confrontación en Nicaragua pudiera tener una salida militar, y ellos mismos empezaban a urgir al gobierno sandinista para hallar una salida negociada; pero los halcones en Washington creían que los contras aún podían ganar la guerra, y buscaban y obtenían más recursos en el Congreso para financiarla.