
Sergio Ramírez
También sería manca o renca la narrativa anglosajona sin nombres como el del caribeño V.S. Naipaul, premio Nóbel de Literatura en 2001, nacido en Trinidad, de familia hindú, autor de un clásico infaltable como Una casa para Mr. Biswas, o sin el hindú Salman Rushdie, natural de Bombay, autor de Los niños de la medianoche, ambos hijos de las viejas colonias del imperio británico, traspasados a la metrópoli; pero a diferencia de Conrad, o de Nabokov, el inglés es su lengua original.
Hoy, la literatura de la lengua inglesa de los comienzos del siglo, es una literatura de emigrantes, en la que hay dos mundos presentes disputándose al autor. El viejo mundo de sus padres, y no pocas veces el de ellos mismos, el de allá lejos, con todo el poder de su color local, extravagante y sangriento, y el nuevo mundo de su adopción, que golpea en la experiencia narrativa con toda su novedad, y su extrañeza. Narran el choque de dos mundos, que a veces resulta en una catástrofe, y a veces en una epifanía.
Y como parte de esta dualidad, junto a nombres de latinos como el de Junot Diaz o Daniel Alarcón, aparecen otros, de escritores provenientes también de la India, como Vikram Seth (1952), nacido en Calcuta, autor de Una música constante, y Jhumpa Lahiri (1967), hija de emigrantes bengalíes a Estados Unidos, que ganó el afamado premio Pulitzer en el año 2000 con un libro de cuentos, Intérprete de emociones, algo inusitado, pues es un galardón concedido generalmente a novelas.