
Sergio Ramírez
Dos diplomacias, entonces. Decidido a buscar socios en esta empresa de liberar a los países de América Latina de su dependencia del petróleo, que cada vez más sube de precio, Lula ha iniciado una campaña continental que lo pone necesariamente en choque no sólo con Fidel, sino principalmente con Chávez, cuya arma política es precisamente el petróleo, y el motor de su propia diplomacia.
Y en esta disputa que es económica, pero tiempo política, e ideológica, los alegatos se dirigen no sólo contra el uso del maíz, de lo que Brasil no es culpable directo, y de la caña de azúcar, donde va a la cabeza, sino también contra el uso del aceite del frijol de soya y de la palma africana.
Usar alimentos para alimentar vehículos es un crimen contra la humanidad, comenzó diciendo Fidel. Y, Lula, sin mencionar a su viejo amigo, responde que el problema de la humanidad no es la falta de alimentos, que los hay de sobra, sino que esos alimentos no llegan a los más pobres, con lo que, dedicar tierras agrícolas a producir etanol, no tiene nada que ver con el hambre.
Pero vean quién viene a dar la razón ahora a Fidel Castro: la muy conservadora revista Time, que dedica uno de sus últimos temas de portada a un extenso alegato en contra del uso de los alimentos como combustibles, con argumentos que parecen inspirados en los del líder cubano.