
Sergio Ramírez
En una comparecencia conjunta de los presidente Hugo Chávez de Venezuela, y Daniel Ortega de Nicaragua, realizada recientemente en Managua, uno de los temas fue el de los secuestrados por las FARC de Colombia.
El hecho de que un determinado número de personas se hallaran retenidas contra su voluntad en la selva, en condiciones de dureza extrema, muchos de estos prisioneros encadenados de los tobillos y de las muñecas, no fue el tema más importante de la plática televisada, sino su contexto político. Y en determinado momento, el presidente Ortega dijo que no se podía acusar de terroristas a los guerrilleros de las FARC. Y no usó un argumento directo. Lo que dijo fue: "terroristas son los Estados Unidos, que mantienen prisioneros en condiciones infrahumanas en Guantánamo".
Otra vez, la venda política. Si esa venda no existiera sobre los ojos de estos dos amigos, y de tantos otros, les sería fácil ver que las razones verdaderas para juzgar si un acto es o no terrorista, sea terrorismo guerrillero o terrorismo de estado, se encuentran del lado del respeto a la integridad del ser humano, cualquiera que sea su color de piel, o su color religioso, o ideológico. ¿Qué diferencia hay entre un prisionero encapuchado, liado como un paquete, y metido dentro de una jaula en Guantánamo, que la de otro en las selvas colombiana, encadenado de pies y manos, y al que no libran de sus cadenas ni para ir al retrete?