
Sergio Ramírez
…y Álvaro Mutis entonces, que siempre hablaba de guapos de tiempos idos, te acordás, Carlos, que cuando te presenté a Gabito que acababa de llegar desde Nueva York con Mercedes bien apaleados en un bus de la Greyhound me dijiste: me parece raro este tipo, y estalló Álvaro en una carcajada capaz de espantar el sueño de los vecinos de los otros pisos en la alta madrugada, y Chema, al que yo recordaba de pelo largo hasta los hombros en nuestros días de Berlín, citó otra vez a Heimito von Doderer, y entonces Álvaro, llamando cariñosamente Jaimito a Heimito, expresó con otra carcajada la opinión de que se necesitaba el aliento de un atleta de pentatlón para subir Las escaleras de Strudlhof, la novela más célebre de Jaimito, y preguntó Fuentes como Álvaro y yo nos habíamos conocido, y fue que Álvaro me visitó en Managua en los años de la revolución para cobrar al gobierno en nombre de la Paramount la deuda por unas películas pasadas por el Sistema Sandinista de Televisión y más bien terminamos hablando de la zarina Alejandra Fiódorovna, y propuso Fuentes ahora que cada quien dijera cual era su poema preferido de Rubén Darío ya que se hablaba de Nicaragua, y Gabo que estaba con la barba en la mano meditabundo dijo que el poema más grande que se había escrito en lengua castellana era Lo fatal, y entonces yo recité Y la carne que tienta con sus verdes racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, y Gabo me corrigió: con sus frescos racimos…