
Sergio Ramírez
Hace 30 años Pedro Joaquín Chamorro fue asesinado por un sicario a sueldo de la familia Somoza en una de las calles desoladas de la vieja Managua destruida por el terremoto de la Navidad de 1972.
Era temprano de la mañana del 10 de enero de 1978, y como todos los días había salido de su casa después del desayuno, a bordo de su automóvil marca SAAB de dos puertas, para dirigirse a las instalaciones del diario La Prensa en la carretera Norte. Para ir desde el reparto Las Palmas, donde había vivido por muchos años, hasta La Prensa, que él dirigía, era necesario atravesar los baldíos de la ciudad que ya no existía más. Quienes desde las sombras del poder urdieron su muerte, sabían que en aquellas soledades era fácil dar alcance y luego asesinar a sangre fría a un hombre que viajaba solo, manejando su propio vehículo, y sin ninguna clase de escolta.
La fotografía suya que más me atrae es precisamente una en que pasea por esas mismas calles fantasmales. Los baldíos y el monte que crece al lado de las antiguas aceras son las únicas señales visibles en el paisaje borroso, y su ancho cinturón de cuero y la camiseta de rayón con cuello de grandes puntas, muestra la moda de aquellos años. Un poco pasado de peso, los anteojos de tinte oscuro; es como lo recuerdo, la misma imagen que tengo de él la última vez que lo vi.