Sergio Ramírez
Una madrugada de comienzos de 1994, Manuel Salvador Monge, "El Chirizo", fue asesinado a estocadas de bayoneta durante una riña de cantina en el barrio de Monimbó, en Masaya. La víctima pasaba los cincuenta años, y a la hora de su muerte discutía con el hechor, un adolescente que ni siquiera lo conocía, acerca de quién de los dos era más hombre, dijo la crónica policial. El adolescente ignoraba que había matado a uno de los integrantes del comando que bajo la jefatura de Edén Pastora tomó por asalto el Palacio Nacional en Managua, el 22 de agosto de 1978, uno de los hechos decisivos en la caída de la dictadura dinástica de la familia Somoza. Un héroe, pobre toda su vida, y olvidado, había caído en un oscuro pleito de borrachos.
Un viajero que tras estos veinticinco años regresara a Nicaragua, o viniera por primera vez, habría de preguntarse si aquí hubo alguna vez una revolución. No hay huellas visibles, a no ser por la retórica, cada vez más confusa, del líder del Frente Sandinista, Daniel Ortega, quien igual ataca con la misma virulencia de antes al imperialismo norteamericano, y felicita cumplidamente a Fidel Castro en su cumpleaños, que propone a su antiguo adversario, el cardenal Miguel Obando y Bravo, como candidato al Premio Nóbel de la Paz, o canta junto a su esposa, con voz desafinada y como se tratara de un karaoke, en el acto conmemorativo del 30 aniversario de la revolución el pasado 19 de julio.