Sergio Ramírez
El pleno gozo con un libro he vuelto a experimentarlo al leer Le grand large du soir, el diario del último año de la vida de Julien Green, que ya cité el otro día. Green, nacido en París, de padres virginianos, murió a los 98 años de edad en 1998 (había nacido con el siglo XX), y sin ser su lengua natal el francés, fue electo miembro de la Academia Francesa en 1971, uno de los grandes estilistas de ese idioma, como lo fueron Joseph Conrad (polaco) y Vladimir Nabokov (ruso) de la lengua inglesa. Conrad ni siquiera pronunciaba bien el inglés, pero conocía sus secretos como pocos, igual que conocía Green los del francés, autor de inolvidables novelas como El Leviatán, el Visionario, Cada hombre en su noche. Nunca quiso la ciudadanía francesa, porque siempre se sintió un sureño de Estados Unidos.
Mi gozo de leer su diario último proviene de la serenidad de una prosa que fluye sin alardes, llena de humor y de melancolía. La prosa de alguien que se acerca al umbral del siglo, su propio siglo de vida casi, y es capaz de escribir hasta el final. Green dejó de un lado la pluma apenas un mes antes de morir, retratándose cada día, hasta el último día, ya cuando en esa etapa final el alma importa mucho más que el cuerpo que se acaba, y todo el universo queda suspendido entre la memoria y la esperanza, cierta para él, de una vida plena más allá, católico convencido como era.